La Inteligencia artificial demanda un nuevo mandato educativo orientado a fortalecer la misión universitaria.
La cuarta edición del Curso de Dirección Estratégica de Universidades reunió la primera semana de junio de 2025 a 135 personas, procedentes de 50 universidades y 17 países. La mayoría de los asistentes eran rectores, vicerrectores, decanos y directivos académicos.
El curso estuvo centrado en el impacto de la Inteligencia Artificial en la educación superior: gobierno, docencia, investigación y transferencia. El curso estuvo organizado por el Centro de Gobierno de Reputación de Universidades, de la Universidad de Navarra.
Tras el análisis de las 14 sesiones, una paradoja y cinco ideas principales emergieron como centrales y objeto de especial atención por parte de ponentes y participantes.
Estas consideraciones fueron expuestas en el cierre del curso por Mónica Herrero, Alfonso Sánchez-Tabernero y Santiago Fernández-Gubieda, miembros del consejo de dirección del Centro. A continuación, se ofrece el texto de cierre del Curso.
La paradoja disruptiva
La Inteligencia Artificial nos interpela de una forma inédita como responsables de instituciones de educación superior. A primera vista, la IA parece ofrecernos respuestas rápidas a problemas reales: eficiencia operativa, personalización del aprendizaje, anticipación de tendencias. Pero al tiempo que cierra preguntas, abre otras que son mucho más complejas. Nos coloca ante dilemas profundos que interpelan directamente a nuestra misión universitaria.
¿Qué significa aprender en un mundo saturado de respuestas automáticas? ¿En qué lugar ocupa el propósito universitario en un contexto de disrupción tecnológica, posverdad y, por tanto, de quiebra de la confianza?
Y aquí viene la gran paradoja: nunca una disrupción tecnológica nos había obligado tanto como la IA a ser más universidad.
Ante esta complejidad, no hay una única solución, pero sí algunos aprendizajes. Por eso, en lugar de hablar de conclusiones —porque cada uno habrá sacado las suyas—, nos gustaría comentar cinco ideas que podemos llevarnos de este encuentro. Ideas abiertas, que no pretenden cerrar debates, sino seguir inspirándolos.
1.- La estrategia vive en las personas
“Sin personas convencidas, motivadas y alineadas, no hay estrategia que se sostenga”.
Una de las constantes en las distintas sesiones fue la importancia de la identidad, los valores compartidos y la experiencia del profesor y estudiante como pilares del éxito institucional.
Tres elementos se mostraron clave:
- Una identidad clara y coherente, que oriente decisiones y dé sentido a la acción.
- Una cultura del compromiso, capaz de movilizar a todos los actores en torno a un propósito común.
- Un liderazgo que inspire, escuche y acompañe. No basta con diseñar buenas estrategias: hay que hacerlas vivas en la práctica cotidiana.
El caso impartido por Marta Elvira y Alejandro Oñoro fue inspiador: una organización con una misión clara que alinea gobierno, estrategia, cultura y estructuras organizativas de manera admirable.
2.- Liderazgo para gobernar el cambio
“Liderar no es planificar, es la capacidad de mover la organización hacia su propósito”.
El profesor Peter Eckel definió la estrategia como un puente entre la realidad y el futuro deseado. Pero ese puente solo se construye si el liderazgo:
- Conecta misión, personas y acciones.
- Actúa como catalizador del cambio, no como administrador del statu quo.
- Gobierna en red, escuchando a los distintos actores y generando valor real en todos los niveles.
- Integrar la reputación en la estrategia institucional, no tratarla como un apéndice de comunicación (nos recordó Tania Rodhes-Taylor).
3.- De prohibir a transformar: El cambio pedagógico es inaplazable
“La IA no invalida la enseñanza; pone en evidencia sus debilidades”.
Varios ponentes coincidieron en señalar que prohibir la IA en el aula es una estrategia inviable e incluso contraproducente. La solución pasa por una reflexión pedagógica sobre lo que significa hoy “aprender” y ejercer una transformación profunda de las metodologías pedagógicas:
- Evaluar procesos de aprendizaje, no solo resultados.
- Diseñar tareas que estimulen el pensamiento crítico y el aprendizaje significativo.
- Alfabetización en IA: reforzar la formación de los docentes en nuevas metodologías.
- Enseñar a los estudiantes a formular preguntas poderosas, porque si la IA da respuestas, el diferencial humano estará en saber qué preguntar.
Un dato revelador: en Harvard, se observó que el aprendizaje activo superaba en engagement al uso intensivo de IA. La tecnología, por sí sola, no sustituye la conexión humana ni la experiencia significativa de aprender. “No es tecnología, es pedagogía”, enfatizó el profesor Francesc Pujol.
- Ética, regulación y gobernanza de la IA
“El poder de la IA exige una responsabilidad aún mayor”.
Varios ponentes advirtieron de los riesgos éticos, sociales y regulatorios de una implementación acrítica de la IA: discriminación, opacidad, pérdida de privacidad, manipulación.
Ante este escenario, las universidades deben ser referentes de uso responsable, transparente y centrado en las personas. Para ello, se propuso:
- Adoptar marcos éticos sólidos (principios de prudencia, equidad, protección de los derechos fundamentales)
- Crear políticas internas claras sobre el uso de datos, el desarrollo de modelos y la experimentación.
- Invertir en equipos multidisciplinares que aborden estos retos desde una perspectiva humanista, legal, técnica y pedagógica.
5.- IA: Una oportunidad para reafirmar nuestra misión.
Este curso ha sido, en muchos sentidos, una llamada a la reflexión y a la acción. La disrupción tecnológica y social que enfrentan las universidades no puede resolverse con soluciones solo tecnológicas. Lo que se necesita es también una transformación estratégica y cultural.
Pero el rumbo no está escrito. Pasaremos el luto. Está en nuestras manos decidir qué camino tomar. Y por eso seguiremos aquí, trabajando juntos: por una inteligencia artificial que sume a la educación, que la potencie, que nos ayude a seguir buscando la verdad y a formar personas íntegras.
Hoy más que nunca sentimos vivo el mandato educativo: renovar nuestras universidades hacia adentro y renovar nuestro pacto de confianza con la sociedad a la que nos debemos.