Algunas claves para entender los rankings universitarios
Los rankings se han convertido en uno de los fenómenos relacionados con la universidad que más atención han atraído en el siglo XXI, especialmente en el ámbito de la reflexión sobre la reputación y la comunicación. A pesar de la frecuente discusión sobre su metodología y resultados, nadie niega su relevancia. Al fin y al cabo, en muchas ocasiones importa más lo que opinen los rankings de ti (dónde te sitúen) que lo que tú pienses de ellos.
Nota del gráfico: Rankings existentes según IREG. Se considera a un ranking activo en un año cuando se ha publicado en ese año o en años posteriores.
El informe más reciente del International Ranking Expert Group (IREG) lista 46 rankings en todo el mundo, de los que 15 son globales. Según estos datos, en los últimos veinte años el número de rankings activos se ha multiplicado por 5, pasando de los 9 en 2004 a 45 en 2019.
A mi juicio, el auge y diversificación de los rankings en los últimos años está estrechamente vinculado con tres factores: la globalización del sistema universitario, la emergencia del ecosistema digital y el creciente valor del tratamiento y la gestión masiva de datos.
Expliquemos brevemente cada uno de estos factores.
Movilidad internacional
La movilidad internacional de estudiantes ha explotado durante el siglo XXI. Según la UNESCO, el número de estudiantes internacionales se ha duplicado desde 2000 y, con ello, la necesidad de información sobre dónde estudiar fuera de casa. Un futuro alumno que quiere comenzar a estudiar, o sólo realizar una estancia en el extranjero, demanda información lo más objetiva posible sobre sus opciones al otro lado del mundo.
Para responder a esta demanda, se ofrecieron los rankings. Los primeros (como THE o US News) nacen vinculados con publicaciones periódicas del sector de la información, que se guían por las necesidades e intereses de sus audiencias. Los públicos ayudaron a configurar modelos de excelencia de los que surgieron los rankings. Así, para muchas universidades, aparecer en el ranking y poder identificarse con estos modelos de excelencia ha sido un factor valioso para el fomento de una reputación positiva.
Auge del entorno digital
El segundo elemento clave es la emergencia del mundo digital. La penetración de Internet ha aumentado por ocho desde el 2000, desde un 6% a un 48% en 2017 (Banco Mundial). Aunque en su momento se publicasen en papel, los rankings han fortalecido su influencia gracias a esta nueva sociedad digital.
El profesor de la Northwestern University, John Lavine, explica que tres leyes determinan el ecosistema digital: cada vez intervienen más actores, con más contenido, pero el usuario sigue teniendo el mismo tiempo para consumirlo. En este entorno, se precisan actores que filtren, condensen y simplifiquen la información disponible y que den contraste al mensaje interesante sobre el ruido de fondo.
Los usuarios están muy acostumbrados a estos “sistemas de evaluación reputacional”, como los denomina la filósofa Gloria Origgi, y confían de forma habitual en ellos: desde las recomendaciones y comentarios de Amazon, las estrellas de AirBnB o las valoraciones de Uber.
Los rankings, sin ser perfectos, realizan el papel de “ordenar nuestra ignorancia”, como dice Foreman hablando del Big Data, pero en el ámbito universitario: ofrecen información lo más objetiva posible para la toma de decisión sobre dónde estudiar.
A las universidades, que también encuentran dificultades para diferenciarse en un entorno ruidoso, los rankings les resultan muy útiles para posicionarse en la cabeza de estudiantes muy lejanos, a los que no se hubiera podido llegar sin asumir altos costes.
Gestión del big data
Por último, el tercer factor es la gestión a través de datos.
Los rankings acumulan millones de datos de producción científica, encuestas de reputación, información sobre profesores, alumnos, empleabilidad, etc. En un entorno donde el uso masivo de datos se ha convertido en respaldo para la toma de decisiones, los rankings ofrecen información contextual de mucho interés para las universidades, que se añade a la que obtienen de la gestión de la información interna.
Esta función no se queda sólo en la posición en el ranking: hay mucho valor en las cifras de los indicadores, las posibilidades del benchmarking, la comparación entre los datos internos y los obtenidos en estas clasificaciones, etc. Las posibilidades son enormes. Las universidades pueden aprovechar este análisis comparado para mejorar el rendimiento de sus organizaciones.
Algunas debilidades
Sin embargo, el crecimiento de los rankings ha venido de la mano de varias debilidades.
Primero, la proliferación de los rankings, para muchos excesiva, ha generado cierta desvalorización de los resultados: como se suele oír de forma frecuente en boca de los académicos, parece que todas las universidades acaban ganando en alguno de los rankings disponibles.
No tengo del todo claro que sea responsabilidad exclusiva de los rankings. Pero sí es cierto que los rankings podrían haber sido más diligentes al explicar los resultados y sus limitaciones, así como ser mucho más transparentes en la explicación de las metodologías, publicando de forma abierta todos los indicadores empleados.
Segundo, se ha puesto en duda la imparcialidad y objetividad de los rankings, además de por sus metodologías, por sus políticas comerciales, que ofrecen servicios -a veces de forma agresiva- para la mejora universitaria.
Al respecto, los rankings podrían delimitar de forma más clara los servicios de asesoría -realizados a partir de los mismos datos que las universidades entregan- y que se ofrecen, previo pago, a las universidades. Con estas dos medidas podrían ahorrarse muchas de las sospechas y críticas de la comunidad universitaria.
En síntesis
En cualquier caso, los rankings seguirán siendo necesarios siempre que exista demanda pública de información sobre el sistema universitario global y no exista una oferta mejor.
Como veremos en un post posterior, la respuesta a esta demanda, en función de los tres pilares que han fomentado el crecimiento de los rankings (globalización, demanda de orden en el entorno digital y gestión de datos), determinará su futuro y su evolución.