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El Centro y CASE organizan una jornada para universidades españolas

El Centro de Gobierno y Reputación de Universidades y Council for Advancement and Support of Education (CASE) organizan una jornada para reflexionar y compartir experiencias sobre la contribución de la comunicación estratégica al desarrollo de las universidades.

La jornada, abierta a todas las universidades, será el día 20 de mayo en la sede de posgrado de la Universidad de Navarra en Madrid. De 9.30 horas a 16.00 horas, la sesión será gratuita bajo inscripción en el siguiente enlace.

La jornada tendrá cuatro paneles de discusión sobre la comunicación, el marketing, las relaciones con los antiguos alumnos y el fundraising en las universidades.

Estas cuatro áreas es lo que se denomina en ingles advancement (avance institucional), que se define como el enfoque estratégico e integrado de gestión de las relaciones con todos los stakeholders de la institución educativa con el objetivo de aumentar su comprensión y apoyo a la misión de la universidad.

La apertura de la jornada contará con la vicerrectora de Comunicación y directora del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades, Mónica Herrero.

La primera mesa redonda versará sobre la relevancia estratégica de la marca y reputación de las universidades, y contará con la participación de Virginia Luzón Fernández, vicerrectora de Comunicación de la Universitat Autònoma de Barcelona; Justin Cole, Executive Director of External Relations, Newcastle University; y Santiago Fernández-Gubieda, Chief Reputation Officer, Universidad de Navarra Moderará la sesión Pamela Agar, Co-Executive Director, de CASE Europa.

La segunda sesión estará dedicada a la cultura de la donación en las universidades y contará con Juan Pablo Garrido, Director de Desarrollo de la UIC Barcelona; Emily Robin, Associate Dean for Advancement, London Business School, U.K. and ex Senior Director of Development, INSEAD; José Montserrat, Vicerrector Comunicación e Internacionalización, Universitat Politècnica de Valencia; y Javier Ortega, director del Servicio de Desarrollo de la Universidad de Navarra.

La tercera mesa estará dedicada a la vinculación con los antiguos alumnos y su importancia para la estrategia global de la Universidad. La sesión, moderada por Olaya García-Lancha, Directora de Desarrollo Institucional de ESADE, contará con la participación de Martine Torfs, Head the Alumni Office, KU Leuven, Belgium; Sandra Rincón, Author, researcher and trainer, Tilburg University, The Netherlands; e Itziar de Ros, Associate Dean Alumni & Institutional Development, IESE Business School.

La jornada concluirá con una mesa final dedicada al marketing estratégico de las universidades, y en ella participarán Inés Teresa-Palacio, Directora de Via Pinnedda y anterior Directora de Marketing Estratégico de University of Southampton y anterior vicegerente de la UOC; y Justin Cole, Executive Director of External Relations, Newcastle University, U.K.

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Un Claustro y un Consejo Asesor fortalecerán la orientación estratégica del Centro

El Centro de Gobierno y Reputación de Universidades, de la Universidad de Navarra, ha puesto en marcha dos órganos consultivos para fortalecer la orientación estratégica de su misión y actividades.

El Claustro está formado por profesores e investigadores de la Universidad de Navarra, y tiene como misión orientar y apoyar las actividades de formación e investigación del Centro.

El Consejo Asesor está integrado por once académicos y profesionales vinculados a universidades e instituciones de todo el mundo.

Tanto el Claustro como el Consejo Asesor se reunirán anualmente para recibir información de las actividades del Centro y prestar asesoramiento estratégico para el impulso de la misión del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades.

El Claustro lo integran los siguientes profesores de la Universidad de Navarra:

  • Álvaro Lleó, profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales.
  • Charo Sádaba, decana y profesora de la Facultad de Comunicación.
  • Concepción Naval, antigua vicerrectora y antigua decana de la Facultad de Educación y Psicología
  • Elena Gutiérrez-García, profesora de la Facultad de Comunicación
  • Ignacio Ferrero, antiguo decano y profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales
  • José María Torralba, profesor de la Facultad de Filosofía y Letras
  • Teresa Sádaba, decana de ISEM Business School y profesora de la Facultad de Comunicación
  • Victoria María Rodríguez, decana y profesora de ISSA School of Applied Management
  • Yago de la Cierva, profesor del IESE Business School

El consejo asesor queda constituido por los siguientes académicos y profesionales:

  • Juan Manuel Mora, Vicerrector de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz y primer director del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades (presidente del Consejo Asesor)
  • Alberto Andreu, director ejecutivo del Máster de Sostenibilidad de la Universidad de Navarra
  • Ángel Alloza, CEO de Corporate Excellence-Centre for Reputation Leadership
  • Inés Teresa-Palacios, experta en Comunicación y Marketing internacional de universidades
  • Juan Juliá, Rector de la Universitat Politècnica de València (2005-2013). Vicepresidente de CRUE (2010-2013)
  • Louise Simpson, Fundadora de World 100 Reputation Network
  • Luisa Alli, Secretaria General de Fundación Instituto Hermes
  • Magdalena Gaete, investigadora de la Universidad HSE en San Petersburgo (Rusia)
  • Mark Sudbury, ex Director de World 100 Reputation Network
  • Miguel Ángel Sancho, Presidente de la Fundación Europea Sociedad y Educación
  • Paul Andrew, Vicepresidente de Comunicación de la Universidad de Harvard
  • Rolando Roncancio, Rector de la Universidad de La Sabana

Se recuerda que el Centro de Gobierno y Reputación de Universidades es un organismo que tiene como misión la formación y la investigación a equipos de gobierno y directivos de universidades.

Tiene un programa formativo de cursos en dirección estratégica y reputación de universidades, y promueve publicaciones e investigaciones aplicadas a la mejora de las universidades en distintos ámbitos.

Puede consultarse toda la información relativa al Centro en su nueva página web y el folleto corporativo.

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Cinco claves en advancement e internacionalización de universidades

Inés Teresa-Palacio, fundadora de la consultora estratégica Via Pinnedda especializada en el sector universitario, ofreció el 18 de febrero una sesión de formación a directivos de la Universidad de Navarra donde explicó cinco claves en advancement e internacionalización de universidades.

Su trayectoria le ha llevado a liderar iniciativas universitarias en Asia, América Latina, Reino Unido y Europa; y ha definido su visión de la profesión del advancement o “avance institucional”, definido como el enfoque estratégico e integrado de gestión de las relaciones con todos los stakeholders de la institución educativa con el objetivo de aumentar su comprensión y apoyo a la misión de la universidad.

En estos años, el contexto universitario global ha evolucionado desde que en los años 2000 las universidades británicas comenzaban a abrir campus en el extranjero, hasta la situación actual en 2025 cuando el sector universitario británico lucha por un nuevo modelo de financiación y las políticas de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá y Australia impactan en la movilidad internacional y de investigación a nivel internacional.

A continuación, se destacan cinco reflexiones y aprendizajes que Inés Teresa-Palacio ofreció en su conferencia:

Todo líder universitario necesita estar familiarizado y sensibilizado con las funciones del advancement.

Porque éstas son las funciones que acompañan el ciclo de vida de los estudiantes y las demás audiencias de la universidad: estudiantes, alumni, amigos, familiares y otros colaboradores, medios de comunicación, responsables de políticas gubernamentales, miembros de la comunidad (por ejemplo, empresas) y donantes.

Dentro de esta definición del advancement es importante hablar del marketing estratégico, entendido como la función que analiza el contexto competitivo y sus tendencias, que analiza a la audiencia y todos los públicos objetivos para responder a sus necesidades, mientras garantiza también la sostenibilidad económica de la organización. Incluye, pero no es solo, performance marketing, y tiene un vínculo muy especial y cercano con la comunicación.

Las universidades, juntas, pueden impulsar cambios positivos y tienen más fuerza y mayor impacto cuando se apoyan mutuamente y operan en alianza.

Como sector, solo hay que mirar cómo opera Universities UK en el Reino Unido en representación de todas las universidades británicas y cómo su campaña #WeAreInternational logró combatir el lenguaje anti-inmigración post-Brexit con un mensaje de bienvenida y acogida a los estudiantes internacionales.

El Group of Eight en Australia se unió para defender el valor y los principios de una educación global en una campaña de lobby durante 2024 contra la propuesta de ley que limitaría el número de estudiantes internacionales en las universidades australianas.

Como profesionales, es fundamental aprender unos de otros para crecer juntos a través de reuniones y eventos con otros profesionales del sector en los que se comparten retos, lecciones aprendidas y cifras de mercado, y en las que los profesionales se apoyan mutuamente.

Así operan asociaciones en el Reino Unido como el Universities Marketing Forum (UMF) para directores de marketing y comunicación, la British Universities International Liaison Association (BUILA) para directores de internacionalización; y con alcance global asociaciones como el Council for Support and Advancement of Education (CASE) y la European Association for International Education (EAIE).

Es necesario diversificar: tanto en la estrategia de ingresos como en el portafolio de actividades y de territorios en los que estamos presentes.

En un momento en el que la mayor parte del sector universitario está preocupado por su sostenibilidad económica, es importante invertir en diferentes formas de ingreso que, aunque proporcionalmente tengan un menor peso en las cuentas globales de la universidad, contribuyen a disminuir el riesgo de la dependencia en una actividad concreta o una región determinada.

A menudo estas formas alternativas de ingreso no reciben el interés necesario dentro de la universidad porque no aportan un retorno de la inversión de manera inmediata o porque nunca llegarán a representar un ingreso “significativo”. Sin embargo, lo que está claro es que en algún momento hay que comenzar, y que si no se comienza nunca se conseguirá que tengan un peso relevante dentro del conjunto de la universidad.

Se observa, por ejemplo, cómo cada vez hay más actividad de fundraising entre las universidades españolas, al tiempo que el Reino Unido y Australia hay más capital campaigns; cómo las colaboraciones con empresas son más significativas, cómo los portafolios de las universidades se alinean más a las demandas de la sociedad en cuanto a contenido y formato, y cómo las instalaciones del campus pueden gestionarse de manera eficiente y comercial para general ingresos adicionales.

A nivel internacional, una decisión política o un cambio gubernamental puede hacer necesario un cambio radical de estrategia de la noche a la mañana, y la única manera de minimizar el impacto de que esto ocurra (que ocurrirá) es haber definido previamente un portafolio diversificado de presencia global en regiones complementarias entre sí.

Los agentes comerciales, los representantes en el extranjero y la comunidad alumni en el exterior son un pilar fundamental en la estrategia internacional de la universidad.

Los agentes y representantes en el extranjero son mucho más que una fuente de crecimiento de matrículas; de hecho su principal potencial está en convertirse en aliados indispensables que aportan conocimiento del país, que identifican oportunidades, y que contribuyen con una crítica constructiva a todo plan operativo en el extranjero. Esta reflexión es aplicable también a los equipos de oficinas en el exterior, así como a la comunidad de antiguos alumnos internacionales, ambos indispensables para aumentar el alcance y el impacto de la universidad en otros países.

Hay que estar preparados.

Y finalmente, la última reflexión y aprendizaje es que hay que estar preparados para lo que pueda venir, lo cual incluye cualquier tipo de crisis (que las habrá). Ya sean ciberataques, atentados terroristas, inclemencias del tiempo o crisis de reputación, más vale prevenir que curar. Para ello hace falta una buena formación en gestión de crisis que incluya simulacros y un “red folder” con instrucciones y datos de contacto impresas en papel y bien a mano para todos los miembros del comité de crisis, por si acaso.

 

Inés Teresa-Palacio es fundadora de la consultora estratégica Via Pinnedda, miembro del Consejo Asesor del Centro de Gobierno y Reputación de Universidades y cuenta con amplia experiencia de dirección en las universidades de Southampton (Reino Unido) y Oberta de Catalunya (España).

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Misión universitaria

La Universidad, casa del saber y lugar de amistad

A continuación se ofrece la conferencia del catedrático José María Torralba en la Jornada “Teología, Humanismo, Universidad”, celebrada el 17 de enero de 2025 en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, con ocasión de la jubilación del profesor Juan Luis Lorda. El texto se reproduce con algunas modificaciones realizadas por el autor.

Texto íntegro de la conferencia:

Aunque hoy es un día de celebración, de júbilo, he de empezar reconociendo que el título de esta sesión surgió de un obituario. Cuando, hace unos meses, me invitaron a participar en este acto estaba escribiendo una necrológica de Alejandro Llano. En ella me habría propuesto destacar la fecundidad de su vida universitaria.

Quien haya escuchado o leído lo que el profesor Llano tenía que decir sobre la Universidad sabe que era muy crítico con la deriva que había tomado educación superior en los últimos tiempos, especialmente desde la llegada del Plan Bolonia. Entre los males que solía mencionar estaban el descrédito de la lección magistral, un género docente en el que él era particularmente brillante, demostrando ser un auténtico maestro; los procesos de “calidad” con sus encuestas de “satisfacción” a los estudiantes, que consideraba propios de una relación entre proveedores de servicios y clientes, pero no de una comunidad de aprendizaje como es la Universidad; y la proliferación de los rankings, que llevan a enfocarse en el brillo del prestigio otorgado externamente en detrimento del resplandor que una institución es capaz de generar con su luz interior.

Pero no cuento esto para repetir lugares comunes en los cafés de profesores ni para sumarme a quienes achacan todos los problemas al sistema. Pertenezco a la primera generación de académicos que ha tenido que pasar por todos los procesos de acreditación de la ANECA. Además, he sido evaluador de esta agencia y otras similares; y no tengo, por ello, conciencia de haber cooperado, ni formal ni materialmente, con “el mal”. Al contrario, considero que esas tareas de evaluación bien enfocadas contribuyen a mejorar nuestro sistema universitario.

A la vez, es cierto que es necesario corregir el rumbo al que se dirigía nuestro sistema universitario y, sobre todo, el daño que se estaba haciendo a las nuevas generaciones de profesores, a los que se guiaba con un sistema de incentivos basados principalmente en los resultados de investigación medidos a corto plazo. Así lo ha venido señalando la actual directora de la ANECA desde que fue nombrada: “La exigencia de publicar constantemente lleva a un sistema científico de cantidad, no de calidad”. Es necesario volver a los tiempos largos que requiere el trabajo serio y profundo. También ha recordado que los procesos de evaluación deben reconocer el lugar central que la docencia tiene en la tarea universitaria y no desincentivar otras actividades como la transferencia y la divulgación, vitales para beneficiar a la sociedad del conocimiento que se genera en los centros universitarios. En definitiva, se trata de revertir el proceso de “industrialización” al que se estaba conduciendo a la Universidad, como bien ha diagnosticado en su libro el profesor argentino Carlos Hoevel. Y de poner remedio a la “tristeza burocrática” que tan bien ha descrito Remedios Zafra.

Volvamos al obituario. Cada vez son más quienes piensan que la Universidad está perdida, que ha dejado de ser la casa del saber. Se habla incluso de la necesidad de crear instituciones extrauniversitarias donde se refugiarían quienes estuvieran realmente interesados en la sabiduría. Sin embargo, mi impresión es que vidas académicas como la de Alejandro Llano –y, si me permite decirlo, las del hoy aquí homenajeado– demuestran lo contrario. Él mismo se declaraba esperanzado. En una entrevista al final de su carrera académica afirmaba: “Estoy seguro de que, a no mucho tardar, la Universidad reencontrará su alma, precisamente porque creo en la institución académica”. Y añadía, a renglón seguido: “La salvación intelectual está en los libros. El silencioso diálogo de la lectura es la mejor terapia contra el pragmatismo y el funcionalismo”.

Fui testigo, ayer mismo, de la profunda verdad que encierran esas palabras. Tenía clase del Programa de Grandes Libros con alumnos de la Facultad de Ciencias y nos correspondía comentar la Apología de Sócrates. Al hablar sobre esa historia, cuyo centro es qué significa saber y educar, se iluminaba el rostro de mis estudiantes. En un momento dado de la conversación, una alumna planteó que Sócrates hubiera hecho mejor en seguir el principio de “vive y deja vivir”, sin empeñarse en despertar a los atenienses del sueño en el que vivían, con las consecuencias de todos conocidas. La reacción de la mayoría de sus compañeros fue inmediata: “No, no. Necesitamos educadores como Sócrates, aunque nos resulten incómodos. Vivir ‘felices’ en la ignorancia supone, en realidad, llevar una existencia falsa, inauténtica”. Diría que, para ser la primera clase del semestre, no está nada mal que surja un diálogo así en el aula: indica que los alumnos se han puesto ya en el nivel reflexivo de qué hace a una vida digna de ser vivida.

No he venido hoy aquí a decir a que la Universidad ha perdido sus esencias. Sigue siendo la casa del saber, donde se dan las condiciones para que los alumnos accedan a la sabiduría; ciertamente, se trata de una casa algo estropeada, con necesidad de reformas, pero que no se ha derrumbado. Me atrevería a decir –por utilizar la imagen evangélica– que está edificada sobre roca. Es tan larga y rica la tradición de la que nos nutrimos, que estos vendavales que han llegado no se la llevarán por delante.

Quizá lo que necesitamos es recordar que la Universidad es una institución muy peculiar, en la que lo decisivo no son las estructuras ni los procedimientos, sino la comunidad de personas que la constituyen.

El futuro de la Universidad depende de nosotros, los profesores, y de lo que cada uno de hagamos. En este sentido, Alejandro Llano hablaba de la fuerza de las “solidaridades primarias”. Por eso, para tiempos recios como los que vivimos, animaba a sumarse a una rebelión leal a la República de las Letras consistente en “leer, reunirse y hablar”, las tres actividades más propiamente universitarias.

La Universidad es la casa del saber. Mas, ¿qué es la sabiduría? Me permitirán que no recurra a Aristóteles –sería el lugar obvio– para responder. Me serviré de la literatura. Entre las novelas que tienen como trasfondo la vida universitaria hay una que seguramente conozcan: Retorno a Brideshead. El protagonista, Charles Ryder, cuenta de su llegada como estudiante a Oxford: “Al final del primer trimestre tuve mis primeros exámenes parciales. (…) No recuerdo ni una sílaba de ellos, pero el otro saber, mucho más antiguo, que adquirí durante aquel trimestre me acompañará bajo una u otra forma hasta mi última hora”. Ese saber surgió de la relación con su compañero Sebastian Flyte. Entre ellos se fraguó una amistad que, literalmente, le abrió una dimensión de la realidad que hasta entonces desconocía: la de la belleza, la trascendencia y Dios. Por eso, Charles se atreve a sentenciar: “Conocer y amar a otro ser humano, aunque sea uno solo, es la raíz de toda sabiduría”. Esta es la idea que deseaba mencionar. No es difícil descubrir los ecos platónicos y agustinianos detrás de la pluma del autor, Evelyn Waugh.

Al auténtico saber siempre se accede por medio de una relación personal, a través del amor y de la amistad. El amante se siente atraído por la belleza de un alma que posee conocimiento, que es sabia, según no enseñó Platón en El Banquete.

Hoy día, más que nunca, disponemos de numerosos medios para obtener información, adquirir técnicas y desarrollar competencias. Pero eso no es el saber. ¿Por qué? Porque el saber tiene una naturaleza oréctica, es decir, consiste en un deseo; en una necesidad, si se prefiere: la de hacerse preguntas cada vez más radicales, sin conformarse con las respuestas ya disponibles.

El saber nace por contagio. Surge de la pasión que descubrimos en otros, especialmente en los maestros.

Despierta en nosotros la sed de encontrar sentido a lo que hacemos: en nuestra vida, en la profesión, en la sociedad. Por mucho que mejore ChatGPT, y no dudo de que lo hará, nunca será capaz de despertar o avivar el deseo de un estudiante.

Todo esto se aplica también a la forma más alta de saber, la teológica. En su libro Avanzar en teología, el profesor Lorda se refiere a las consecuencias del cristocentrismo para el “modo de aprender o de acercarse a la verdad”. Allí explica que “por su condición de sabiduría, las verdades de la fe sólo pueden ser poseídas en la medida en que son experimentadas y meditadas. El mero conocimiento formal de las fórmulas en que se expresan, aunque tiene un valor, es muy distinto de una auténtica y personal penetración en la verdad; y de un verdadero encuentro con Cristo”. La peculiaridad de la sabiduría teológica es que a ella sólo se accede desde la relación personal con su objeto de estudio: Cristo. Tal es la fuerza de lo que se vive en las aulas de esta facultad que hoy nos acoge. La fuerza de la teología reside en que nos introduce en los misterios divinos; el avance en su conocimiento está directamente relacionado con la unión con Dios, es decir, con el deseo más profundo de un cristiano.

Quienes nos dedicamos a la investigación entendemos bien la relación entre conocimiento y deseo. Max Weber lo describe así en La ciencia como vocación: “Aquel que no es capaz de colocarse, digamos, unas anteojeras y llegar convencerse a sí mismo de que la salvación de su alma está supeditada a la comprobación precisamente de esta hipótesis y no de otra, en este pasaje del presente manuscrito, no está hecho para la ciencia”. Weber se refiere a la necesidad de “poner el alma” en la tarea científica, porque lo que está en juego no es publicar un artículo, ni obtener financiación, sino nuestra propia vida. Una vida que, en el caso de los académicos, tiene en su centro la búsqueda del conocimiento.

Entre nuestros contemporáneos, diría que Zena Hitz –autora de Pensativos. Los placeres ocultos de la vida intelectual– es quien más, y quizá incluso mejor, ha reivindicado el sentido que tiene dedicar una vida al saber. En concreto, al estudio y la educación.

¿Puede la búsqueda de la sabiduría dar sentido a una vida, hacerla valiosa? Se trata de una pregunta que remite a Aristóteles y a si la contemplación es el fin supremo de la vida.

La respuesta es afirmativa, sobre todo si –según se ha indicado– el cultivo del saber no se entiende de modo reductivo como una mera colección de conocimientos, sino como una actividad que se basa en la relación amistosa con los demás.

Ser universitario es una forma de vida, la que hemos elegido los académicos. No es una profesión más. En este trabajo nos implicamos personalmente de una manera poco común. Quizá sea así por lo que he tratado de indicar: aunque no lo formulemos con estas palabras, somos muy conscientes de que el saber se transmite personalmente, a través de relaciones de amistad. Podríamos discutir si un profesor puede ser amigo de sus estudiantes. Considero que sí; desde luego, con una forma de amistad peculiar.

Pero esa cuestión resulta ahora resulta irrelevante. Lo que parece indiscutible es que la vida universitaria se nutre de las relaciones de amistosas entre los profesores (también las hay de distintos tipos; no puede ser igual entre dos colegas que entre un maestro y sus discípulos). La Universidad es un lugar de amistad especialmente para nosotros, los académicos. Si el alimento de la amistad es la conversación, no me resulta fácil imaginar otro lugar en el cosmos donde sea posible mantener diálogos más enriquecedores que aquí: tanto sobre lo divino como sobre lo humano.

A la vez, todos sabemos lo difícil que es iniciar y mantener una amistad. En otra bella novela de ambiente universitario, En lugar seguro, sobre dos matrimonios de profesores, Wallace Stegner –su autor– presenta como característica de la auténtica amistad poder estar seguro de que un amigo nunca sentirá envidia de ti: de tus acreditaciones, de tu popularidad entre los alumnos o de tus éxitos en general. Es posible que entre los académicos el pecado capital sea precisamente ese: la envidia. No hay nada de qué sorprenderse. Así es la naturaleza humana. Pero también somos conscientes de que la fecundidad de un centro universitario depende de la generosidad y del desinterés con el que realizamos nuestro trabajo, es decir, de no andar siempre pidiendo que reconozcan lo que hacemos o recuerden lo mucho que valemos.

Hace poco tuve ocasión de ver el vídeo que se hizo con motivo del cincuenta aniversario de esta Facultad de Teología. Los entrevistados repetían esa idea que es tan propia de la Universidad de Navarra (y de tantas otras instituciones educativas): la actitud de servicio que se muestra en la disposición a anteponer las necesidades del conjunto a las propias. Siempre dentro de lo razonable, como es lógico, porque si la idea de servicio no se entiende rectamente puede conducir a formas institucionales patológicas. Esa disposición es una de las mayores herencias que hemos recibido y de la que nos hemos beneficiado las generaciones más recientes.

Lo dejé por escrito en el libro del 25º aniversario del Instituto Core Curriculum. Lo menciono ahora de nuevo por la estrecha relación de don Juan Luis con el Instituto, desde sus orígenes. Lo que escribí fue que he tenido la fortuna de conocer a docenas de profesores dispuestos a ir un paso más allá de lo estrictamente obligatorio, a dedicar su tiempo a tareas que no les serían reconocidas. Y añadí que en mi conciencia pesaba haber tenido que pedírselo con frecuencia desde la dirección del Instituto. Por eso guardo como un tesoro en mi corazón el ejemplo de esa generosidad, tan fecunda. Creo que nadie se sorprenderá si digo que don Juan Luis nunca dijo que no a lo que se le ha pedido. Es más, cada año venía con propuestas de asignaturas nuevas. Cualquiera que le conozca, sabe que siempre necesita nuevos retos. Como buen universitario, no se acomoda.

Si la Universidad es la casa del saber, estaría incompleta sin la teología. Como escribe San Agustín en las Confesiones: “¿Y qué es el hombre, cualquier hombre, si no es más que hombre?”. Nuestros alumnos tienen la suerte de descubrirlo en las aulas, de no irse del campus como Charles Ryder si no hubiera conocido a Sebastian: viendo la realidad sólo en dos dimensiones. Además, lo aprenden de profesores sabios, que –según explica el profesor Lorda en su libro La vida intelectual en la Universidad– han conseguido hacer una síntesis. Para él, el resultado concreto de una vida dedicada al saber es la capacidad de elaborar una síntesis: “La tarea de cada profesor es lograr la síntesis de su materia. (…) Las síntesis no se producen por sí solas acumulando libros en las bibliotecas, sino ordenando conocimientos en la mente, en ‘una’ mente. (…) A cada profesor, después de años de preparación, le toca extender y equilibrar las síntesis, integrar lo nuevo en lo antiguo, y juzgarlo todo con su conocimiento del alma humana. Los saberes viven en las mentes de sus profesores, cuando dominan sus materias. Entonces se convierten en voces autorizadas”. Don Juan Luis es, ciertamente, una voz autorizada, pero sobre todo es el maestro de la síntesis.

Termino. Cuando concedieron la medalla de oro de la Universidad de Navarra a Alejandro Llano dijo que aquí había rozado con la punta de los dedos eso que se atrevía a llamar felicidad. No sé qué pensará don Juan Luis, pero conociendo su pasión por la docencia, la dedicación generosa a tantas personas y la alegría que se respira en el Colegio Mayor Albayzar, del que es director desde hace largos años, me atrevo a decir que aquí ha sido feliz. Y me permito también darle un consejo, tomando prestadas estas palabras de Sebastian Flyte: “Me gustaría enterrar un objeto precioso en cada lugar donde haya sido feliz y, cuando sea viejo, feo y trise, volver para desenterrarlo y recordar”. Ojalá tengamos ocasión de recordar con usted tantos momentos compartidos de felicidad.

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El Centro estrena nueva web, nuevo folleto

El Centro de Gobierno y Reputación de Universidades, de la Universidad de Navarra, ha estrenado este mes de marzo una nueva web y un folleto corporativos. En estos nuevos materiales informativos se explica la misión y las actividades del Centro.

El Centro de Gobierno y Reputación de Universidades es un centro de la Universidad de Navarra que tiene como misión la formación y la investigación a equipos de gobierno y directivos de universidades.

Tiene un programa formativo de cursos en dirección estratégica y reputación de universidades, y promueve publicaciones e investigaciones aplicadas a la mejora de las universidades en distintos ámbitos.

La web se compone de varias secciones con información sobre las actividades de formación, investigación y asesoramiento; sobre los integrantes del Consejo de Dirección, el Claustro y el Consejo Asesor. Tiene también un formulario de contacto para recibir peticiones y sugerencias.

Puede consultarse toda la información relativa al Centro en su nueva página web y el folleto corporativo.